lunes, 26 de octubre de 2009

Vida privada

El hombre que adornó los posters de tantas habitaciones y las carpetas de tantas estudiantes era una persona extremadamente privada que vivía su fama con mucha suspicacia.

Newman construyó su estrella a finales de los 50 y principios de los 60 en papeles un pelín teatrales pero fantásticamente dramáticos: rebeldes, crueles, y desesperados. La rebeldía se hizo ironía en personajes más convencionales: el mejor argumento de la causa sionista en Exodo (1960); el investigador privado de Harper (1966); el Butch Cassidy de Dos hombres y un destino (1969), que se lleva a Bolivia al entonces escasamente conocido Robert Redford; y cuatro años más tarde, repitiendo tándem hipnótico, el timador de El Golpe. En su última etapa cinematográfica, la ironía se volvió francamente amarga: el importador de vinos injustamente acusado en Ausencia de Malicia (1981) dirigida por el recientemente desaparecido Sydney Pollack; el abogado desahuciado de Veredicto Final (1982), una de las obras maestras de Sidney Lumet ; el implacable gangster irlandés de Perdición (2002), su último gran papel.

Era irresistible; por mucho que le pesara, en ninguno de sus personajes Newman pudo obviar que era uno de los hombres más irresistibles del celuloide. Newman no andaba, se movía, y con él todas las partículas del aire que le rodeaban.
Sin embargo, La Academia, como ha pasado tantas veces, tardó lo indecible en recompensarle.
Le nominó siete veces antes de darle un Oscar honorífico en 1986 y un año más tarde, ya finalmente, un galardón por su interpretación en El color del Dinero.

"No creo que Paul Newman creyera de verdad que era Paul Newman"


información:
www.publico.es

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